En las noches, antes de que el sueño arribe,
Aparece un corazón que se posa a mi costado,
Con latido blanco, espeso y graves ecos,
Miro sus arterias y sus venas, miro todos sus tejidos rojos,
Veo ese lento movimiento de caracol imperfecto,
La sangre es imaginada lo sé, no es roja, no es azul,
No fluye desesperada, son gotas que saltan y alucinan,
Gotas que creen ser un ancho río, con líquido infinito,
Veo marcas, imperfecciones en tu tejido puro,
Una, dos, catorce, cientos, miles, ya no las cuento,
Con el tiempo vi que su forma se fue arqueando,
Como un cuerpo herido, atropellado, olvidado por el día,
Con el tiempo vi a sus venas afinarse, y el constante azul perderse,
Veo siempre un látigo negro, elástico, que no erra sus intentos,
Con su sonido breve, vertiginoso, que apenas roza su piel,
Por qué el corazón no huye, ni enfrenta al largo torturador,
Un estoicismo inútil percibo, ofrece siempre su inexistente espalda,
Así cada noche el corazón no grita, no gime, no llora,
No posee un pulmón donde aliviarse, recostarse, dejarse acariciar,
Solitario corazón que vas acumulando arrugas,
Te vas desvaneciendo cuando me va robando el sueño,
Te me olvidas, pero cada noche, cada muda y opaca noche,
Te apareces, compañero, mostrándote, sin miedos, sin culpas,
Repartiendo tus latidos que rebotan en mi almohada,
¿Me iré contigo cuando te vayas?
¿Seguiré tus pasos ciegos hacia un terco no sé donde?
Quien sabe antiguo corazón que has desterrado a tu cuerpo.
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