Pequeño intento salido de una noche
Mientras camino por este océano sólido,
Con senderos de hierro seco y cartón endurecido,
Comienza la lluvia,
Pero no son gotas infinitas que mojan los tejados,
Es ágil lluvia, que cae siempre cayendo,
No es tormenta con relámpagos que iluminan horizontes,
Ni finas gotas que reflejan luces mundanas,
Lluvia adentro, ni saliva, ni sudor
Lluvia adentro, que no tiene piso donde ir,
En ese enorme espacio que esta detrás de mi piel,
Entre huesos y tendones, llueve.
Lluvia, no metáfora de lágrimas,
Lluvia sin nombre, con gotas de forma inesperada,
Salpicando órganos y latidos uniformes,
Humedeciendo olvidos recién creados.
Sigo caminando sobres tibias baldosas que recuerdan el día
Sigo y ya no sé si mis ojos están cerrados o bien abiertos.
Adentro, entre pasillos musculares llueve,
Sin brisa, sin negras nubes, sin inviernos,
Aguacero atroz ¿Hacia donde caes?
Pequeños ríos dulces fluyen hacia no se donde.
Hay un borde, allí acumulas tus filosos vacíos,
El viscoso tiempo deja vibrar ansiosas gotas.
Llueve también dentro de ti y no lo sabes,
Porque lejos de algunas preguntas te has sentado,
Llueve fuerte, puedo asegurártelo,
Puedo ver el revés de mis palmas bien mojadas.
Juro que lo puedo ver.