Sobre mi muerte, un océano de pájaros con alas color miel, una pared de viento,
No es negra la muerte, no veré ni sentiré el trabajo de los pequeños glotones,
No creo en un infierno, sillas de escoria, hielos aguerridos, Ugolinos arrepentidos,
No creo en un cielo de luz, manos que encandilan, aguas robustas, vitales, claras,
Saltará mi mirada hacia otra costa, llevaré sonrisas escondidas, pies ligeros y tersos,
No creo que el recorte de tu espalda contra el simple amanecer sea compañero,
Mis manos en tu pelo, tus labios con sombras arrancadas de un topacio, tus mejillas,
Cada cosa y su arena, no destrozaré tus rasgos, se perderán flotando en camalotes con flor,
Debajo de mi hombro llevaré todos mis sueños, chocolate y un “no sé quien soy”
Mi destino, tendones preñados de cascadas, la sabia esperanza del conejo, piedras lisas,
Devolveré el dolor a las ausencias, quitaré mis rasgos a los retratos, vaciaré los cajones,
Será tan ínfimo el salto ¿una herida? Un llorar y ver de nuevo, el rasguño no acertado,
Temo, temo, temo, el miedo reside siempre en mis piernas apenas cierro los ojos, entresueños,
Quizás me vuelva esa esférica gota que esta por caer de la hoja, trópico y aromas,
¿Y el paraíso?
Elegida esperanza de un largo abrazo de cuerpos y ternuras, que quedará como tonos de sepia pura,
Buscaré mi exhalación más frágil para llevarla en mi bolsillo, sabiendo de esquinas,
Sin sorpresas está llegando, mis gatos ronronean, también preparé las ultimas caricias.
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