20 may 2010

Letras de bronce

Están las palabras no tus ojos, un submarino de alas, una perla moribunda,
Queda solo este poema solitario, sin voz, derramando negros en este prostíbulo blanco,
Este desfile de pequeñas uñas mordidas, las esperas sentadas en orden y calladas,
En un cuenco de arcilla, recuerdos de almidón, con un té de hierbas indisciplinadas,
Las espaldas extrañan sus pechos, las nucas extrañan las ciegas miradas de caras aseadas,
La espina más extraña de todas las espinas, hecha de melón y aurículas tuertas,
No puede doler tanto, dicen todos los rostros abreviados en una joroba de camello,
Mis labios se invaginan, mis dientes cambian de lugar, mi paladar gotea azafrán,
Las miradas ¿no pasan por aquí? no sé, dicen, ¿Te amé? ¿Cuando?
Veo un sueño de cabras subidas a escaleras y leones rengos, me arrojo sin pensar,
Lo que acaricio no existe, es un sueño, por favor noches mas largas, mantas frescas,
Me subo a un abanico de cristal, partimos, en el camino con mi báculo divido una gota,
Sonrío a una multitud de átomos con vísceras, mis manos paren sus propios sueños,
Elijan la madera, siete atardeceres juntos y una lluvia de pezones, la puerta del olvido,
No aun, marchen en fila, pañuelos y viento contra narices y ojos, no quiero mis gatos solos,
Ahora si, rituales terminados, tierra con relámpagos. Vomito mi cuerpo, no hay acidez,
Decoro mis sueños con muerdagos celtas y copas rotas, brindo, sueño una coca cola,
Mi última mirada, el olvido es un desesperado trompo, vuelvo y empiezo a dibujar,
Ya sabias que empezaría con tu boca, te engañe empecé por tus rodillas.

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