31 may 2010

En un cubo de luciérnagas guardé las nubes color cobre,
Mi abdomen se contrajo, mis huesos apuñalaron mis costumbres,
Sombras de mi voz esperando la noche, movimientos certeros,
Heridas rectas, cae mi penacho de tijeras afiladas, cristal partido,
Fluidos de colores derrotados, mi nuca, hacha y caricias recortadas,
Esa alfombra con los intactos caminos y la boca de la muerte,
Soñé, caían las lágrimas y engendraban árboles en pequeñas manos,
El fruto prohibido era de hierro, exprimían mis ojos para sacarles menta y luz,
Soñé, pieles trigueñas devorando los labios que caían de a miles a un estanque,
El diminuto gato que carcomía los cimientos de la escultura mentida.
Desperté, aturdido por la sólida estructura, supe que un beso fue olvidado,
Desee tanto que de sabanas saltara el mar, y nadé, con pulmones color nuez, nadé,
Entre congojas talladas en saliva, laminas de zorros de cola amedrentada,
Entre pieles de tortuga y limones úteros, entre verdades verdes de sapos intactos,
Entre las piedras, detrás de los enormes ojos negros, el beso atrapado en una uña,
Explicándole al verdín la belleza, ocultando melancolías detrás de frases viejas,
Sin pensamiento, acto, puro acto, lo arranque, nadamos, volamos, corrimos, saltamos,
Inventamos un mediodía, luego una tarde con plazas y una caminata de la mano,
Él inventó el recuerdo del cabello, nos atrapamos, mil manos, mil caricias,
Las mas antiguas bocas, él beso, papel sobre un césped y un horizonte,
Allí voy todas las noches, las mañanas no me dicen si te encuentro.

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