Mis encías te extrañan y no tengo ninguna flor violácea cercana,
Desnudo mi cuerpo y veo una herida, una serpiente, un hechizo bordó,
Recorre todos los espacios pero duerme en mi garganta con su cabeza en mi pecho,
Demasiado campo verde, con nubes desinfladas y lápiz de labios, incoloro,
Ellas lo olvidaron y se va secando, tiene una grieta y dentro de ella una pupila,
Mira y mira mis parpados resecos ¿Los quiere asesinar? Mis piernas me sientan.
Mis sienes se evaporan y el agua de lluvia se lleva de a poco la habitación,
Soñé con un abrazo de manos ajadas, el cuello, ella, su cuello, las capas de piel,
Protegidos por cantidades enormes de capas de piel, una pared viva, ansiosa, única,
Mis orejas corrigen la firmeza de mi cuello egipcio, mi boca se disfraza de “no muestro”
Cerca de la cama todos mis órganos saltan de mi cuerpo y humedecen el colchón,
Mis ojos quedan y ven hígado, pulmones, riñones y a mi despiadada columna retozando,
Todas las sales de mi cuerpo corrigen su rumbo y estallan en mi lengua, ella solo cae.
Hace años empecé a buscar arena, montoncitos, arenita y arenita cargadas en mis pestañas,
Mezcladas con lágrimas frescas se pueden hacer castillitos y montañas, muros frágiles.
Mis pies se han cansado de orbitar una paloma, vuelven con venas que asustan bisturís,
Con suma precisión toman lista a todas mis partes, muchos recuerdos quedan olvidados y en cuclillas,
Las uñas entonan la marcha, un regimiento de tejidos cuenta pasos, desfilo para el resto.
Abajo están, disimulados en las plantas de mis pies, las miradas de aquella que no conozco,
Presto mucha atención al camino, mas tarde los desandaré, y juro que no perderé a ninguna,
Tomaré las miradas desatentas, la colocare detrás de la lengua y de un trago de abriles,
Volverán a su morada. Mi morada.
No sé mas, lo juro.
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