Ay de esos sueños con un jerarca nazi cuya cabeza martilleo una y otra vez contra un enorme clavo saliente de una pared, con una fuerza animal inimaginable. Ay de esa enorme y lúgubre casa sobre General Paz a la que voy en un colectivo, en un día demasiado gris oscuro, y bajándome de ese vehículo siempre mal, siempre en el sitio que no corresponde y la oscuridad incierta que se acerca y ese ruido.
Ese ruido es lo más temible de la pesadilla, ese grito grave, ronco, de mil bestias, continuo, metálico, seco a la vez. Si el infierno imaginado por alguien tuvo alguna vez un sonido fue ese.
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