Siete mares para llegar a tu cielo, aquel de tibios conejos tibios,
Entre pies demasiado desnudos, rojos, tierra sobre rojo, tierra roja,
Enormes espacios de silencio para regar la ciudad-socorro, la que conoces.
Pasos que plantan jardines sin flores en un futuro camino, tierno césped,
La suplica de árboles que saben de un infierno-mesa, que se saben puertas,
Delfines heridos por pequeños montones de azúcar impura, flotando,
Y tú y yo. Yo y mis manos sobre letras, tú y tus ojos, que quizás se han ido,
Mi piel, escondida en un bosque de respiraciones agitadas y con musgo,
Tu piel, esa red de color “no entiendo pero te busco” y una acuarela lila,
Mis latidos, eslabones de soplidos agachados, sonidos de gotitas sobre tierra,
Tus latidos, corceles y músculo joven, borbotones de humedales, chocolates,
Mi boca, con palabras prohibidas, limpias y jóvenes, alejadas de mí, entre rejas,
Tu boca, el calido desfile de todas tus sonrisas, de todos tus besos, flores en tu decir,
Siete mares para llegar a tu cielo, mi palacio partido, mis brazos, aquellos intentos amarillos,
Siete mares, una noche arrojada sobre mi frente, una noche con tres estrellas rotas.
El sabor de tu mano sobre mi pecho, el imaginado sabor, la imaginada mano,
Tu mundo, manos claras que eligen un sol cada mañana, sonries el recuerdo de una silla,
Mi mundo, un cuello maltratado que siembra espumas en la playa y que hay que soplar despacito,
Como todo fuego frágil, entre mis manos con forma de cuenco, fogata de marfil cristalino,
Siete mares, diferentes, comenzaré una nave como pueda, partir, solo partir.
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