Entre bordes y cienagas
El sendero reconoce mis pies, sabe que tiemblo, adivina las distancias,
Contempla quieto, la tensa espera de color azul y rojo,
Quiebra una brisa con clavos que cayeron de una cruz derruida,
Las voces, imperceptibles, agotadas están detrás del musgo,
Mi piel estalla, se recuesta entre arbustos y liebres viejas,
Alcanzo un horizonte, lo coso con mi aguja y un hilo exagerado,
Evito mil mañanas pero el tiempo carcome el conjunto de mis hilos,
Sé que la noche se elabora de aleteos y profundas y húmedas luciérnagas,
Partiré el bosque con mi frente, las raíces de cobre correrán hacia el mar,
Perderé mis manos entre tallos inmensos de acacias traidoras, sin dolor,
Pero no perderé mis piernas, ni mi corazón, ni oídos, tampoco mi tibio paladar,
Separaré profundidades con mi árida lengua de aguardientes,
Demoleré oscuridades con mi propia noche y agua fresca,
Ya estoy aquí, donde no creí llegar, solo, sin la mano compañera,
Un tajo de vientos remolinos hiere mi abdomen, no derriba mis huesos generosos,
Voy guardando mis sonrisas entre muelas, arranco la hoja virgen de rabiosas lluvias,
Dejo el eco de mis hombros, despacio elijo otro sendero, ese estrecho perfil de hojas frías,
He decidido cubrir el sol con naranjas oxidadas, soplar con fuerza su sed de quemar,
Afirmo que no venceré, pero dejaré las mayúsculas erguidas, siempre.
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