Cuantas palabras, una tras otra, intentando e intentando.
Ella, con el pelo tibio, buscando acariciar un corazón con un montón de letritas bien pronunciadas.
Antes caminaría bajo cielos de cables buscando las justas frases que obrarían el milagro.
Después, talvez, se recriminaría por algunas cosas dichas y por las que olvidó decir.
Ella, con sus ojos alas, se había jurado que no habría lágrimas saladas, ni suplicas temblorosas.
En el medio de una frase, quizás una de esas que uno sabe que caminan hacia un abismo, decidió callar.
Y calló y corrió.
Corrió y corrió.
Tan lejos, y mas lejos.
Su boca seca suplicaba por lágrimas húmedas.
Sus ojos … no lo sé.
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