25 jun 2006

Jamón, jamón

La llegada a un nuevo país implica adaptarse a nuevas costumbres, otros hábitos, es decir a una nueva cultura en su conjunto. Sobre todo esto se ha teorizado bastante, pero hay aspectos que golpean más en lo cotidiano y que no aparecen en los libros... Por ejemplo, el tema de la comida. Y como es verdad que los argentinos somos mundialmente conocidos por la carne -en Europa no se consigue-, también es cierto que hay costumbres que suponemos totalmente internacionales y en realidad no lo son.
Yo recuerdo haber visto ET, el extraterrestre, allá por 1985 y asombrarme de que pidieran una pizza por teléfono y se la llevasen a la casa de Elliot. Claro, en Argentina no existía aún a entrega a domicilio masiva; con suerte encargabas algo en la rotisería e ibas a buscarlo al rato...
El tema es que en las principales ciudades de España, prácticamente no existe la entrega de comida a domicilio, con la excepción de algunas pizzas (que suelen ser bastante malas y carísimas). Se dice que en una época, hubo una empresa llamada "Telebotellón" que entregaba alcohol a domicilio, pero luego, con las leyes con respecto al consumo de bebidas, lo cerraron.
Y si a todo esto sumamos que los supermercados de barrio cierran al mediodía y los domingos no abren, el tema de la comida para un recién llegado es algo a considerar: si te olvidás de hacer las compras un sábado, difícil cocinar algo en tu casa o pedirlo un domingo...
Parece una tontería, pero no lo es: en Barcelona, que está poblada de compatriotas, ya hay un negocio, llamado -cómo no- Empanadas argentinas, cuyo logo recuerda al del noticiero de cine Sucesos Argentinos, que entrega a domicilio y por toda la ciudad, empanadas fritas, milanesas y supremas. No lo hace a caballo y a veces una brasileña contesta el teléfono, pero la comida es rica y los precios son accesibles, es decir, todo un hallazgo.
Y si bien el famoso jamón de España es buenísimo, pasarán unos cuantos meses antes de que se pueda acceder al mejor de ellos...
Los supermercados no suelen tenerlo, hay que ir a "charcuterías" o secciones de "delicatessen", con lo cual no se da una inmediata sustitución de la carne por el jamón.
Volviendo a los hábitos argentos, por suerte la yerba ya es más fácil de encontrar y además, bajó de precio; en el 2002, llegué a pagar 8 o 9 euros por un kilo de Taragüi (¡por favor, no hagan la conversión a pesos, claramente es una fortuna!). Encima había que ir hasta una herboristería que quedaba muy lejos, donde la exhibían como producto exótico. (¿Alguien se acuerda de las peripecias de Oliveira, el protagonista de Rayuela de Julio Cortázar, para conseguirla en París?) Pero no todo está perdido: yo tengo una amiga a la que a fin de año, la empresa donde trabaja le regala una pata entera de jamón de Jabugo, el mejor de todos. A mí, en lugar del jamón, me regalan un décimo de la lotería nacional. A lo mejor algún fin de año la sacamos y podemos cambiar el menú o, mejor aún, volver al terruño.

Gabriela Pedranti , Editora de www.aroundbarcelona.com

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