12 feb 2010

Azul


Allí, donde el beso se hizo un lejos azul oscuro,
Sus rodillas hirvientes, un dios imposible, una plegaria ardua,
Sus cejas calentando una frente rabiosa, sin restos de tendones,
Rascan las uñas, unánimes, rascan, indomables, rascan,
Ninguna mella, solo un sonido acido que se escapa hacia el sur,
Recuerdos sumergidos en miel, todas aquellas manos, tiritan,
Sus dientes si han olvidado, besados por la saliva y por la sangre,
Una inspiración profunda y esa tibia orden a las piernas,
Una peregrinación de dolores, tu cuerpo, olvido de olvidos,
Empiezas, un paso rompe la escena, tu no sabes bien aun,
Tus brazos no cuentan, oscilan, espaldas arqueadas cuelgan del hilo,
Aquella pared que levantaste con tus manos vuelve a ti,
Era infinitamente blanca, demasiado, sonreían tus dedos húmedos,
Una sola, alocada, solitaria, enfrentando a todos y a más también,
Reía acometida por ángeles sin espesor, reía y era recia,
Escupía a los martillos arrogantes, insultaba a los picos herrumbrados,
Tú te ibas alejando de a poco, para que ella no se diera cuenta,
No querías que sintiera la eternidad que le brindaste,
Soles, tempestades, vientos, sin necesidad de adjetivos,
Esbelta era la palabra, con estirpe de dioses y guerreros ciegos,
Tu viste como arribaba aquel azul oscuro, lentitud de caracoles,
Tu garganta partida, tus pies adheridos a una brisa caída, agonizante,
Nunca odiaste tanto como aquella vez y no es fácil odiar un color,
No hubo manera de reclamarle mas esfuerzo a tu espesura,
Lo ibas sabiendo, de alguna manera tú relatabas la historia,
No querías ver aquello y no lo viste, te obligaste a ese grito que ensordece,
Sin quererlo todo tu abdomen tajos púrpuras, tu pecho, moscas quietas, sigilosas,
Allí, único, no contaste en segundos, no contaste en siglos, no contaste,
Tu agitación era tu sombra estrecha, a la tarde larguísima, escapando,
Una vez te imaginaste verde, hueco, sin sudor compañero de veranos,
Allí rogaste una muerte estricta, no fue así, allí, compañero de ti, ni mas ni menos,
Esas rodillas, repletas de fuegos te llamaron, irritando tercas incomodidades,
Y tu ser amasando esa tibia orden, tus piernas aguardando, vuelves,
Reclamas tu luna, tus constelaciones, las quieres en tus manos, son tuyas.
Vete.

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