Un intentador, de dibujos chuecos, con escritos susurrantes, rectilíneos no uniformes; intentos de arte digital nervioso y la mas de las veces ampuloso; de intentos de intentos de poemasomenos con alas desplumadas y vueltas a emplumar con fastix.
Le dije a Raquel, la de ojos de silencio lejano.
En estos tiempos de arte acromegálico intento intentar un caminito finitito, entre tanto y tanto de todo y de todos.
Siempre la lapicerita, de aquí para allá con un montón de imágenes en la punta que se formaron en un esófago alcalino de algún ebrio serafín tosedor.
Eso no le dije a Raquel mirada de papel y cian, magenta, amarillo y negro.
Con una mano izquierda inútil pero que sostiene el cuaderno mientras la diestra escupe seres de líneas negras y persistentes.
Rayitas en papel que se vuelven estrellas opacas en cielos albinos. Miles de puntitos uno tras otros tan pegados que se vuelven largos intentos de romper un sol con un martillo de lunas indecisas.
Formas y volúmenes que tú le das a ese extraño fantasma oscuro sobre blanco de dos dimensiones.
Esto último tampoco se lo dije a Raquel.
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