19 oct 2005


La buscadora

Con la espalda arqueada, sentada en una silla vieja, rodeada de enormes bolsas, las manos buscan y buscan, tratan y tratan, sacan y sacan cosas y cosas de esas bolsas arrugadas casi andrajosas. El objeto buscado se niega a ser sólido, el resto de los objetos salen y entran de las bolsas y son una y otra vez revisados en una ceremonia que se repite una y otra vez, con un aterrador parecido y con igual final, ese gesto de angustia y la mirada perdida en un suelo que esta infinitamente mas bajo que el suelo que ve el resto.
Alrededor de la buscadora, nosotros, los fantasmas silenciosos de esta historia, vemos una y otra vez como no se encuentra. Callados como monjes asistimos a ese desesperado juego, esa búsqueda repetida, deseando que ese objeto, ya reverenciado por todos los asistentes, de una vez por todas, salga de una de las bolsas y la cuestión termine de una vez. Pero esa cosita; que podría ser un aro, un pez de color, rouge o un a libretita de tapa dura y con la imagen de un santo, hasta un árbol, por absurda que parezca esta ultima idea; nos recuerda a los fantasmas que somos fantasmas que tambien buscamos. Miles o millones de papeles partidos, con palabras ya inútiles, con signos extraviados, cambian de lugar una y otra vez, ellos son los que más confunden a la buscadora, y que vaya a saber que mágicas formas se hacen presentes a los ojos de esta. En esos papeles, que iran en busca de su amarillosidad con el tiempo, podría encontrarse las mágicas palabras que hagan que alguno de los fantasmas dejen de buscar en aquellas otras bolsas escondidas en un rincón invisible, quizás. Las manos de la buscadora van de una a otra bolsa y de tanto en tanto se detiene en la frente de esta, esa frente arrugada por los años y por el agotamiento, y que hace de marco a una mirada al borde del desconsuelo. Los ojos de la buscadora dejan de mirar las bolsas y se posan de uno en uno en los fantasmas, los ojos preguntan silenciosamente esa pregunta demasiado conocida, los fantasmas no pueden responder y no quieren pensar lo que se piensa demasiado, la mirada de la buscadora hace presente una desesperación escondida en vaya a saber que otras bolsas. La buscadora baja de nuevo su mirada y ese manojo de objetos que ya han sido hurgado miles de veces, vuelve a ver la luz y a ser examinado como si recién se hubiera formado.

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