¡Apurate queres!
Salté de la cama, sabía que llegaría tarde. No se porque pasó, pero algo me obligo a mirar la cama y allí, entre las sabanas, estaban mis calzoncillos y mi remera con el cuello cortado. Pero porque estaba también mi piel, mis uñas, mi pelo o mejor dicho mis pelos ¿Como habían quedado ellos allí? No me horrorizo lo que vi. Solo atiné a seguir camino al baño, mis orejas, mis dientes, mis músculos caían al suelo al retomar mi paso, también se desprendieron mi lengua húmeda, mis testículos, que al caer salieron de la bolsa de piel y rodaron debajo de la cama y hasta mis ojos que contrariamente a lo que creí que iba a suceder no rebotaron… pero seguí viendo sin mis ojos, y escuchando el sonido de mis partes cuando golpeaban contra los fríos baldosones cerámicos. Apenas sentí una angustia corporal, que se desvanecía rápidamente a medida que mis órganos seguían los pasos de mi musculatura, mi hígado sonó gelatinoso al estamparse contra el piso. Mis pulmones, los riñones, la vejiga, tendones pim , pam, pum, cataratas de vísceras y tejidos llovían desde mí. Mi cerebro se escurrió del cráneo, podría asegurarles de manera muy poco elegante, y como baboseando fue arrastrándose y rodando entre los huesos impulsado por la fuerza de la gravedad. Empecé a darme cuenta que los huesos pronto se disolverían, y acá estoy ahora sin poder frenar mi camino hacia el baño, tampoco intento detenerme, se que no puedo hacerlo. Es tan raro, estupido y desconcertante darme cuenta que en tres o cuatro pasos ya no seré.
Como siempre o casi siempre Carlos Leiro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario