Un poema de amor del último día
Quietud intima que precede cada letra, y allí el pez,
Te he robado tu mar, pero dejé la sal, y unos corales,
Los he colocado suave sobre mis espaldas, pedí tus, mis llaves,
Nunca recuerdas la temperatura en el instante seco, un palabra,
Quieres arrancar las letras, comprimirlas, escupir de una vez una luna negra,
Aguarda, vierte tus parpados en la vasija de plata, calma tu paladar rotundo,
Gira loco el sol, calor aferrándose a tus venas, evapora la distancia que se extiende,
Sublimas mil palabras que pensaste y nunca pronunciaste, quieta en la membrana,
Y estos últimos milenios invisibles, con las brisas cosiendo telas viejas ¿lienzos?
Mi nuca, no hace transparentes los tímidos temblores de tu respiración, mi pecera,
De anillos espumosos, mil colores y el cielo, alquitrán tibio, horizontes cegados,
Por las noches ya no imagino despertares, mi garganta tiempo, mi suelo enemigo,
No camines fabricando senderos a Estambul en tu arrinconada superficie,
Huye lento al baño, mójate la frente, desprecia al espejo que te llama,
Arráncale a tus dientes todos los opacos, apaga la luz, esa yema que salvaste,
Estira las sabanas huecas de espectros y avispas, desafila las almohadas,
Retírate del vertical cotidiano, siente el sabor del algodón, acomoda los despojos,
Esquivando los colores de las enormes manzanas, mis pies ya me abandonan,
Me recuerdo que no debo astillar el espacio que rodea cada paso imaginado,
Ya he logrado acribillar ciertos tonos tuyos reflejados en la base de mi cráneo,
No hay palabras más solitarias que estas, el renglón anterior cierra pupilas,
Y vuela, vuela a ese océano, alas espesadas, fuegos vengadores, pieles gelatinas,
Pies deshidratados, cebras rojas, serpientes hojalatas, feliz campo de aguaceros dementes,
Eso que has realizado tan despacio, y el deseo que tus ojos se disuelvan en piel y pelos,
Intentas arrinconar los despertares, niño tonto, la mañana retoma el sólido paso inicial,
Tu lengua repasa que tus labios estén tibios, las mascaras vuelan rápido hacia ti,
Un día, si, un día cerraré la puerta con cucharas y no descubrirán donde me escondí.
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