Siempre, no hay siempres, pero que sabemos con nuestra niebla de sólidos mudos,
Camino levantando la garganta hacia un pequeño e ínfimo orificio en la realidad,
Esa realidad altiva, sobria, húmeda, con fiebre o hinchazón de gripe o pulmonía,
Los ladrillos son ladrillos o un juego de átomos sonrientes que juegan y juegan, solos,
Hoy me duelen los anteojos, el hervor de aquel crisol donde se transmutan las lágrimas,
Mis huesos, siempre nombro a mi huesos, elevan suplicas a sus dios imaginado,
Yo, las miles de maneras de clasificarme o la extraña y dolorosa sensación de despertar,
Porque mis despertares, lluvias que forman aludes que deshacen sueños, mis sueños,
Mis despertares, esos alteradores de un continuo arrebato de sentidos espumosos,
Sueño con mil ellas, con las lágrimas pegadas a los altos árboles de azafrán fucsia,
Quieres que mienta un estomago bendito y unos ojos saltando de risueñas boberías,
Quieres un almacén gigante con un inventador de formas deseadas y habitables,
No, son estas moléculas, estratos de mentiras sobre tejido muscular estriado,
Polvo chamuscado que toma forma de pie izquierdo para dar el primer paso,
Detrás de aquel árbol percudido veo las manos que tiempo atrás forjaron un abrazo,
No es necesario dar una mirada, puedo contar las huellas que dejé para llegar aquí,
No hay final, porque las palabras desatadas se acomodan como quieren, ilusión,
En cualquier afirmación que parece continuar y hacerse una oración legib…
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