24 ene 2010

Uno como tú, con rostro, manos ásperas, ojos acostumbrados,
Toma el cuchillo, mira por donde debe entrar el filo, se prepara,
Con movimiento veloz y exacto el metal penetra piel y carne,
Sangre, tibia, que cae a un suelo acostumbrado al rojo,
Sangre que hace ríos que terminan en el lugar determinado,
Rápidos movimientos de las manos, manipulación certera,
Trozos separados, y volúmenes que olvidan el cuerpo anterior,
Los antiguos pasos, las antiguas miradas, el agua entre los labios,
Cientos de señores toman las partes, las hacen más pequeñas,
Cientos de señores clasifican, separan, empaquetan,
Un frío de viejos infiernos se hace dueño de la trama,
Todas las partes caminan hacia nuevos confines,
Y ahí estas tú, tanteando, comparando, dudando a veces,
Así hasta que encuentras, las tomas y seguramente tomas muchas cosas más,
En tu casa, de pie en ese cuarto diferente, tomas aquello que has pagado,
Eres tú ahora el que hace, eliges el acero que precisas, cortas, separas los tejidos diferentes,
Acompañas lo cortado con otros ingredientes, vas creando,
Es tiempo ahora del infierno íntimo, calores extremos,
Ese acto que cambia lo sangrante en aquello que bien huele,
Cuando todo esté a punto, buscaras un buen recipiente,
Llamaras a reunirse, a sentarse, todos juntos, y sonríes,
La mesa esta servida, empieza una escondida ceremonia,
La carne se deshace entre los dientes varios,
Se traga, se digiere, también hay extrañas cantidades de verdes o de rojos,
Verdes que crecieron, que tomaron del sol su fuerza,
No te engañes, esos restos menos animales también fueron vida,
Todos los días, todos los meses, todos los años,
Lo que hoy eres ayer movía otro cuerpo o crecía con imperceptibles sonidos.
El acto más importante de la vida, salvaje, cruel, terrible,
Depende de cómo lo veas si alguna vez reparaste en ello,
Somos danza de sangres, vida finalizada para nueva vida,
La manera mas brutal de lo que somos,
Nuestro acto salvaje repetido y anhelado,
El animal desgarrado, el vegetal arrancado,
Nos recuerda el principio vital de nuestro ser,
No hay maldad, no hay venganza, no hay asesinato pasional,
Solo la cruel, brutal necesidad de seguir siendo cada día,
Pero armamos con cuidado una frontal ceguera,
No queremos ver, ni pensar, ni acercarnos,
Mejor tomar los cortes de la infinita heladera del comercio,
Mejor olvidar nuestra versión bestial cotidiana,
Mira, invita a tus pestañas a los lados,
Date cuenta de aquello que también eres y haces,
¿Para cuidar? ¿Para agradecer? ¿Para respetar?
No adivinaré tu íntimo pensamiento cuando arribas a este renglón

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