17 ene 2010

¿Como detener la maquina de salpicar rojo cobrizo?
Tenemos miedo a las uñas incandescentes de los tercos,
Tenemos miedo a pisar un alado pez rojo naranja,
Tenemos miedo a una mano que puede acariciar,
Caminemos, grita el pequeño sonámbulo,
Unos con los pies, otros con las manos, otros con la sombras,
Caminamos por el sendero más finito que puedas imaginar,
Los ojos secretan un posible pánico,
Es muy lento el recorrido casi inmóvil,
Algunos desarrollan alas y vuelan siguiendo a nadie,
De a poco la columna avanza con ritmo ágil,
Los estómagos crujen de hambre acumulada,
La sed no es problema lamemos la transpiración del anterior,
Un grito, grita uno que ve un castillo de manzanas,
Un grito, grita otro pegándole un mamporro,
Duelen las rodillas, un hombro que se va secando y un pendiente,
Hay que saltar un río de lava verde, y lo saltamos,
El sendero se agranda obstinado y uniforme,
Estamos por hallar la ciudadela, aúllan,
No creas mucho, dice una voz despacito,
Pero una gran muralla de árboles y cartílagos aparece,
Rezan los que creen, boquiabiertos los que no creen,
Manos limpias nos esperan, frutas, vino fresco y un almíbar,
Arrodillados, miran el cielo algunos,
Yo miro el rostro de una mujer que esta allí, como esperándome,
Sonríe, sonrío, y lloro tantas lagrimas, y tantas mas,
Un abrazo, pido, un abrazo me dan,
Y es el olvido de las penumbras recorrida,
Nada más, no dejo de abrazar, no dejo.

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