3 may 2010

Una delgada línea de fuego delata mis pupilas, el gato me ha visto,
Tiemblan las huellas que he dejado en el jardín, los árboles tiemblan,
Una fila de cuerpos que agonizan y un joven sudoroso peina al gato,
Las puertas y las ventanas se vuelven grietas obedientes, no hay brisas,
Mis brazos se vuelven cuchillos que no brillan, el gato ya no está allí,
Hay brotes verdeazules en la madera del piso, un roedor se alimenta,
Mis ojos se estiran hasta mis orejas, mis hombros sobresalen como cúpulas,
Mi vientre se invagina en mi pecho, mi columna muestra espinas, las uñas…
Cada paso es un metódico desencuentro y encuentro con el piso, mi cuello gira,
Una uña de agua congelada raja el muslo, hiero la última exhalación del gato,
Si fuera hombre sonreiría pero es gato, ahora esta mirando mi espalda, tan delgada,
Escupe una noche en el cielo raso, la escasa luz que me mojaba se seca,
Dejo que mis oídos se vuelvan bellos, comienzo a escuchar las larvas en la herida,
Damos vueltas y el lugar se torna inmenso, coloco los vidrios en un estante de musgo,
Allí, con la hermosura del salto, atrapa mi mentón y mis mejillas, abro su abdomen,
El no sangra, yo tampoco, horas y horas de encuentros y búsqueda, lo sé gris,
Toma mi pie y lo da vuelta, no sé si camino hacia atrás o hacia delante,
Solidifico sus orejas que se vuelven costras de moluscos, respiro sus bigotes,
Logra dejar de lado las leyes y camina seguro en las cuarenta y ocho paredes,
Me desmayo pero dejo una navaja viva, siento el calor y corto y corto y corto,
Mis vísceras titilan con latido propio, sus vísceras se mueven como péndulo,
La memoria monta mi imaginación y alcanzan las costas de un río sin sonido,
Pero mi voz quedo atrapada y ya no puede contar lo que sucede, no hay grito,
Despierta la arena que me cubre, despiertan las heridas y se hacen sentir,
Pero yo duermo y sueño, sueño el sueño mas olvidado, aquel, ¿el último?

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