12 feb 2007


¿Como habrá sido el cielo, que mil siglos atrás, vio salir del arco a la flecha negra?

En busca de ese corazón latiente, furioso de vida, con la inmortalidad del tejido joven.

Atravesando corazas pulidas y superpuestas, alcanzó el músculo y lo partió con su único colmillo, tan filoso. Entonces fue solo jirones enloquecidos y desgarros, aquello que antes latía amaneceres, sangra ahora rayos de soles furiosos sobre estrellas aterrorizadas, lagrimas y cristales demasiado filosos se desparraman.

Pero la oscura estaca alada no se conformó con una sola herida, tomó del corazón toda su fe, y salió mas violenta en busca de verdes pechos repletos de amplias inocencias.

La negra saeta sigue acumulando heridas frescas y mortales en su entraña fina y larga, perseverante en su camino inquieto de asesina sedienta, busca y busca nuevas corazas bien pulidas, ilusiones latientes que se contraen en convulsiones yacen en los suelos de las sucias calles, calles repetidas de ciudades gigantes que se muestran limpias y puras al caminante distraído.

Escueta, cada vez más atinada, más potente, la flecha negra hará estallar los corazones que seguirán latiendo muertos, sin voz, y hasta sin pena, en pechos sin olas espumosas. Piensas tu que ya haya terminado su obtusa búsqueda de pulmones suspirantes y esté cayendo en el abismo de un océano vació de peces huecos. Quizás la punta ya este roma, gastada, y creo que aun hay sangre que recorre arterias, venas, senderos y caminos, con vivos sueños descubridores de azules y hojas verdes.

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