La exhalación se queda en las arterias, goteando, horadando,
La lengua nocturna saborea los silencios inventados por un corazón,
Allí donde llegó puede medir la soledad en siglos y viscosidades,
Su sombra arribará mucho mas tarde, esclava de algún sol tedioso,
Ha guardado su nombre debajo de la piel del muslo, invisible, inútil,
Intenta extensos nombres, los escribe, los guarda en su cajita de arroz,
Se ha guardado un diente para sonreír, y un labio por si cabe un beso,
Temprano, siempre, expele las palabras aprendidas, las coloca en barquitos,
Al mediodía inventa un mar rabioso, con agua de porcelana y mimbre,
A la tarde despide a los barquitos y saluda con su pañuelo las partidas,
La inspiración confunde a sus pulmones, se creen halcones agresivos,
Vestido de cirujano extrae las caderas y las miradas imaginadas y una piedra,
Todas esas cosas encerradas en un pliegue de un iris, temblando, gimiendo,
Mira la tierra húmeda, sus huellas están ahí, lo aguardan, toman té de menta,
Mira el cielo, nunca dejan de caer dioses y diosas, no estallan al tocar el piso,
Mira su ultima mirada, se quita los ojos y los deja entre la savia lenta de la higuera,
Esa enorme maquinaria de carne y curiosidad descose la inmovilidad,
Sin embargo deja pedacitos de espalda en el sendero, por si alguien lo busca,
Pero no se da vueltas a mirar, si lo buscan que lo alcancen.
La lengua nocturna saborea los silencios inventados por un corazón,
Allí donde llegó puede medir la soledad en siglos y viscosidades,
Su sombra arribará mucho mas tarde, esclava de algún sol tedioso,
Ha guardado su nombre debajo de la piel del muslo, invisible, inútil,
Intenta extensos nombres, los escribe, los guarda en su cajita de arroz,
Se ha guardado un diente para sonreír, y un labio por si cabe un beso,
Temprano, siempre, expele las palabras aprendidas, las coloca en barquitos,
Al mediodía inventa un mar rabioso, con agua de porcelana y mimbre,
A la tarde despide a los barquitos y saluda con su pañuelo las partidas,
La inspiración confunde a sus pulmones, se creen halcones agresivos,
Vestido de cirujano extrae las caderas y las miradas imaginadas y una piedra,
Todas esas cosas encerradas en un pliegue de un iris, temblando, gimiendo,
Mira la tierra húmeda, sus huellas están ahí, lo aguardan, toman té de menta,
Mira el cielo, nunca dejan de caer dioses y diosas, no estallan al tocar el piso,
Mira su ultima mirada, se quita los ojos y los deja entre la savia lenta de la higuera,
Esa enorme maquinaria de carne y curiosidad descose la inmovilidad,
Sin embargo deja pedacitos de espalda en el sendero, por si alguien lo busca,
Pero no se da vueltas a mirar, si lo buscan que lo alcancen.
1 comentario:
He guardado su nombre debajo de...
Quizás hay que dejar de guardar nombres y dar una vuelta a la página de aquel libro que dejamos marcado y que olvidamos.
Té de menta, intenso y tan particular.
No, ya no mirar para atrás, aunque no te busquen.
Lindo texto, intenso aunque calmo.
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