6 ene 2007

Hola. ¿Puedo pedirte que leas lo que sigue con atención? Te invito a que te olvides todo lo que te rodea ahora y que sigas a las palabras que vienen. Piensa que no hay hora ni un lugar, tan solo tú y estas palabras en una pantalla. Árbol, y de inmediato tienes en tu cabeza ese árbol, imaginarás sus hojas, un tronco sólido, sus diversas ramas. Pero el árbol que imaginas ahora es único, nadie mas que tú tiene este árbol, solo tú sabes su historia. Quizás su imagen te haga feliz o talvez sientas tristeza. No lo sé. ¿tú lo sabes? Sabes con certeza todas las sensaciones que te trajo ese árbol que sigues imaginando aun. Pero ahora, si ahora, ya. Vamos al mar. No, no, no. No te invito a la playa, con sol y aroma a piel con bronceador y mujeres y hombres en traje de baño, tampoco a una playa solitaria. No. Vamos a otro mar. Un mar que seguramente nunca imaginaste y que vamos a recrear ahora. Solo te digo que eres mirada, olfato, oído, y tacto. No eres un cuerpo, tampoco ojos, orejas o piel. Eres un punto invisible que mira, huele, escucha y siente. Estas a unos metros sobre ese mar. Flotando, con la liviandad de un ángel curioso e inocente en un lugar que jamás ha visto. No es una mar azul y tampoco es calmo. Enormes olas, de un gris que acabas de inventar, vienen una tras otras en una dirección que solo tú sabes. Sientes de manera extraña la fuerza contenida de esa enorme masa de agua. No hay orillas, es una océano interminable donde las olas no consiguen una playa para besar o morir. Es un incansable y eterno ir hacia ningún puerto. El cielo no tiene nubesl, no hay día ni azules noches, las estrellas no son compañeras de este mar, ni hay un firmamento para ningún astrónomo. Es un cielo espeso, si fuera un poco mas denso seria mas mar, pequeñas gotitas te hacen sentir un viento afilado casi rozando lo malvado, si mal y bien existieran aquí. Ese viento, que viene de un lejos desconocido, forma pieles temblorosas en la inmensa superficie de cada ola, pieles de sapos gordos o de serpientes secas, de elefantes indios o de caballos salvajes. Pieles de mar, pieles inquietas. Porque todo en este lugar esta en movimiento, este océano que estas habitando es demasiado antiguo, es un mar que no tiene un fondo sólido, podría un plateado pez sumergirse por siglos y siglos con toda su fuerza sin atravesar lo que podríamos llamar su superficie, no hay ancla que pueda fondearlo. Es agua sobre agua sobre agua, pero mucho mas profundo aun, la palabra abismo no logra ni remotamente rozarlo. Pero tú estás sobre él, no estas sumergido en él, flotas sobre él junto a él. Su profundidad bien podría no afectarte. Ves ola tras ola, esa inmensa cantidad de líquidos que realizan esa mágica danza continua, fascinante, femenino en este caso. No puedes dejar de ver y de sentir cada ola que te alcanza,casi. Mira a tu alrededor, tu mirada busca en este momento un horizonte, alguna saliente sólida, pero no la hay, ni lo hubo nunca en este atlántico infinito. Estas en un mar que jamás se separó del cielo. Puedes mirar en todas las direcciones y no encontraras el horizonte, el oleaje no se detiene y cuando crees que puedes divisar una tenue línea divisoria, esta se agrisa y se hace marcielo. Ahora presta atención al sonido, esa canción que no tuvo un comienzo y que no se dejara de oír con su cadencia de espuma y agua, lejana, serena por momentos, irritante por otros. Las olas nunca llegan a romper del todo, son como esos furiosos caballos macedonios que están por desbocarse, pero que un jinete invisible contiene en ese limite incierto. Un viento áspero escupe espuma jadeante, un rumor grave y sin pausas. Y por sobre este rumor viscoso las olas se hacen escuchar con mucha mas fuerza que cualquier canto de sirenas imaginado alguna vez por hombres ciegos. Sientes frió, sin tener piel estas tiritando un poco. Es un mar muy frío, si, pero terriblemente animado e inquieto. Es un mar-pantera-enjaulada. Desde donde estas te das cuenta que no hay fuerza que pueda detenerlo, es un empecinamiento licuado. Su corazón de agua salada latirá sin cesar por siempre demasiado siempre. Una dentadura postiza encima de un televisor prendido. Una buena imagen para abandonar un mar de inmediato. Pero a partir de ahora ese mar te visitara alguna que otra vez en algún sueño que talvez no te deje un recuerdo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola. He aceptado tu invitación y he comenzado mi viaje. He visto un árbol, de aspecto rudo, mayor y cansado, es inmenso y su copa da sombra a una tierra seca , su tronco es áspero bajo el tacto de mi mano y su olor es cálido. Sí, mi árbol huele, y es ese olor, junto con su calor, el que atrae a miles de bichitos que habitan en él. Mi árbol a primera vista parece solitario y lóbrego, pero cuando te paras a escuchar su historia descubres que mi árbol es todo un cosmos para miles de insectos que habitan en él. Con la tranquilidad de que mi árbol no esta solo, y de que no precisa de mi ayuda, continuo mi viaje hacia mi nueva parada.
Estoy en una playa, floto. Quizás por que soy piscis, siempre he necesitado estar cerca del mar, y corro hacia él cuando la ya conocida amiga ansiedad me aprieta en la garganta impidiéndome respirar, pero hoy no soy cuerpo, y no puedo correr, estoy sin estar. Huele a sal. Hace frío, pero raramente, esta sensación me gusta. Las olas me empujan, pero su violencia no me hace daño, por que hoy soy parte de este mar que me acoge. Me dejo llevar de ola en ola, siendo consciente de que podría estar así hasta el devenir de los tiempos, lejos de todo mal, de todo bien, solo dejándome llevar. No me trae de vuelta de mi viaje ninguna dentadura sobre ningún televisor, es el timbre de la puerta que reclama el momento de volver a la realidad.

Carlos Leiro dijo...

Buen árbol.
y saludos a la visita que tocó el timbre.
Gracias por tu texto.
Un saludo

Free counter and web stats