Observó diez veces su rostro y diez veces le dio asco,
Sus mejillas filosas cubiertas con alas de mosquitos,
Sus cejas de miel negra, sus labios heridos, absurdos,
Su mirada salpicada de rojos y amarillo inútil,
Unas pocas palabras ocultas detrás de unos pocos dientes,
Sabiendo que sus uñas son ahora de cartón, viento y un tren,
El pelo sacudido por vapores horizontales, toscos, indecisos.
Empapeló esa "mañana" y la guardó en el ropero con las otras,
Sus ojos limpian con lavandina las hurañas pestañas, blancas,
Dios sigue cayendo por su pierna rumbo a mi pie compasión,
Dios atraviesa cada suelo. No ríe porque nunca fue humano.
La bendición de una hojalata, el camino de la fruta caída,
No hay pecado, nunca lo hubo, no hay misas, no hay inciensos.
A lo sumo, la grosera palabra, la que hiere, “arena y aire”
“arena y aire”, la caracola sombra del pañuelo que le seca,
Su frente buscacielos, su menton buscasuelos, una vena,
Nunca termina, tampoco vuelve,
Y como todos los domingos escuchar sentados en una puñalada.
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