20 abr 2010

Escupí veintiocho dientes, no hubo bofetada, no fue un sueño, ni un choque,
Solo esos dientes embebidos salieron de mi boca, rebotaron, rebotaron otra vez,
Y cada cual tomó una dirección, quise mirarlos recorrer el mundo, saber siempre saber,
Pero un papagayo azul comenzó a apropiarse de los pelos del interior de mi nariz,
Dolor punzante y quebrase mi cuerpo en dos, como un ventanal, hacia un sol,
Pero con interior rojo fluido, mi ombligo quedo del lado derecho, mío,
Mermelada de cereza con aroma ferroviario se derramaba muy lento,
Pude utilizar mi teléfono celular, y pedir que me cerraran como una ventana,
Yo mismo, con esmero y la justa cantidad de hilo, me cosí, a lo matambre nomás,
Caminé, sabía que ella saldría de su trabajo a las 17:46, acomode mis cejas y una oreja,
Vacié un botellín de perfume en mi garganta, pagué 15 pesos para que lustraran un zapato,
Ella salio justo a tiempo, su figura, sus axilas pilosas, su lunar negro en el ojo izquierdo,
Traté de caminar a la par pero mi propia mermelada hacia mas lento mi caminar,
Recurrir a una patineta recién robada, buscar el revolver y preparar el disparo,
La blusa blanca que llevaba se tiño de rojo… yo no disparé y ella se dio vuelta,
Con sus labios rojos me beso, tomó mis llaves y colocó una en mi ojo,
Lentamente la giró, la puertita estuvo abierta, lentamente tomó los órganos mas interesantes,
Se dio vuelta, la blusa era blanca, muy blanca, fue un 21 de abril, yo ya me fui,
Nadie sabe si paró de dolerme, siempre camino por nuevos caminos nuevos,
Evito esquinas recordadoras, y los viernes a la mañana estiro mi piel al sol,

La coloco en el muñeco con sonrisa y lo mando al cine, nunca me cuenta las películas

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