15 ene 2011

Él, arropado con la sombra de una acacia, y tierra en sus tendones,
Caminando sobre dientes desgastados, secos, crocantes, inútiles,
Atravesando cuerpo tras cuerpo, sintiendo órganos y huesos, labios,
El corazón que late es duro de horadar, con su aliento y su vapor rebeldes,
Ese camino indeseable pero obligado, elegir el blanco caminante,
Odia las uñas, dejan cicatrices, ríos de colágeno claro, mucosas,
Cada cuerpo invadido delata su anormal ceguera, sus sueños a veces,
Ser el ángel que te halla, susurrando que serás la visión del sudario,
Ser el ángel de alas atrofiadas, con irritados muslos y talones de hielo,
Ser el ángel separado de sus cielos, conjugando todas las arterias,
Preferir ese amanecer, con un sol pequeño y piel saltada con ajo,
No se cansa, no puede cansarse, el universo ríe, los búfalos también,
Hoy, como todos los viernes, intentara volar, correrá, se arrojara al vacío,
Hoy, como todos los viernes, el suelo y sus mejillas se besaran otra vez,
Su sangre se secará, su mejilla sanará, su angustia pedirá otro viernes,
Imagina entonces ese útero tierno, líquido, inexistente por ser de ángel,
¿Por qué no buscar el vientre diferente pero igual? masticador de gallos,
Pero él es un atravesador de humanos, devolver la arena al mar, siempre,
Sus pies ordenan, el aroma delata, sin pausa se encamina, no hay culpa.
Como un río
Si, como un río

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