Salió con miedo a la calle, las paredes, las eficaces paredes,
No corrió pero caminó rapidísimo hasta el parque,
Sin saber porque recogió los silencios de las pequeñas flores,
Corrió, esta vez si corrió, llegó hasta donde la tierra detiene al cielo,
Esperó tranquilo, imaginaba tantos rostros, imaginaba los sonidos del gato que juega,
Pasaron años quizás, y llegó la tormenta, separó una nube con su uña partida,
Allí escondió los frágiles silencios, cosió la nube con un color brillante,
Un simple, quizás pobre poema, cayó de sus labios, lo coloreo con crayones,
Tomó al pájaro diminuto, esos que atraviesan la solidez, y lo untó con las palabras,
No necesitó decirle adonde, si le pidió que no perdiera ni una sola letra,
Era un vuelo árido, desde sus manos hacia unos ojos extraños, con brisas,
Se sentó en la margen del río, sus pies en el agua, sus hermosos pies,
Él era ahora un montón de recuerdos masticados, también una gota incierta,
Él era el camino al alimento, también los imaginados ojos desconocidos,
Él era el rostro y la almohada, también las orgullosas curvas de la mujer trigueña,
Se retiró hacia su cueva, hecha de caricias y telas, de orugas y miel,
Una pantera serena se convirtió en negra, suave, intima protectora de su piel,
Cerró los ojos, tomó los sueños de sus pestañas, comenzó a recorrerlos,
Tibios sonidos, tibias imágenes, tibias cortinas transparentes, tibios techos,
Soñó, como nadie puede soñar. Soñó, un mar cayendo en otro mar, soñó quietos vientos,
Soñó mas tiempo para seguir soñando, soñó despertar, hacer y volver a soñar.
Soñó un poema que no es este,
Vueltas y vueltas cuando uno sueña, si, vueltas y vueltas
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