9 jun 2010

La puerta caliente se cerró despacito, tantos dientes partieron mi mirada,
Ahí nomás, ahicito, un silencio lastimado, sollozos entrecortados y callados,
¿Como acostar un cuerpo en ciertos casos? Vueltas y vueltas y una almohada.
Mis pequeños ojos apagando el sol, mis labios tercos, rígidos, sin su mar,
Mar acechado en la playa, derribado por espumas, ya sin brillos, ni estrellas,
Esa playa caminada, hiriendo pies, con el peso de una nuca incandescente,
Esa playa que mienten los sueños con alas, no de Ángeles, no de pájaros, alas.
La mano extendida parece mas sola, todos los huesos amontonados en una uña,
Una respiración de lobo imaginado, lobo que trastabilla, lobo que ya no huele.
Encontrar, colgada de una rama, las imágenes bruñidas por una lluvia feroz,
Los latidos que raspan las arterias, y las venas, tímidos azules hacia el centro.
La flecha enorme, sin sombra, ilesa de chasquidos, viniendo en línea recta,
Un cuerpo de caracol sin casa, ese pecho deshilachado, caen ambos sin llenos ni vacíos,
Sobre arena perdida de un reloj los pasos deplorables, los labios estancados, mi oído,
Agua y arena para esa mascara que endurece mientras despierto, un cemento intacto,
Con palas de palabras relleno el corazón y los pulmones, el afuera se hace cierto, real.
¿Cuantos pedacitos de mí se desvanecen en los vidrios sucios de Pompeya y más allá?

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