A mordiscones metí al cielo en una burbuja,
Goteaba nubes con aroma a tren,
Regué las nubes con aire mediodía.
Me senté en una golondrina inquieta,
Mastiqué hasta el amanecer,
Mastiqué un torbellino, el ruido de una gotera,
Y una montaña hasta hacer una cuevita,
Allí dormí y soñé, soñé mi despertar,
Soñé pelos enredados y una estrella silenciosa.
Desperté en el bigote de un juez,
Por supuesto que tire de los pelos de la nariz,
Para molestarlo solamente.
Me arrojé al vacío, reboté en su labio inferior y volé,
Volé entre aires confundidos,
Volé sobre el rostro de osos verdes,
Volé bien amarillito y suave
Volé sin la sapiencia del pájaro.
Arribé a tierra de hombres sin comisuras,
Serios, altos, mandíbulas bien apretaditas.
Sus dedos índices dejaban sus manos para señalarme,
Por supuesto que me los comí,
Enfurecieron y me enviaron sus perros muerde-asfalto,
Corrí, invente cuatro piernas más y corrí mas rápido,
Llegue a tus labios y me escondí en un beso,
Quizás todo esto hice para besarte, mujer,
Mujer que eres niña a quien le han mentido
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