2 jun 2011

Los sueños, mis extraños sueños, tan amados, tan odiados. Y como decía Borges al despertar solo tenemos el recuerdo del sueño ¿Como habrá sido el sueño?



Como es en ese extraño mundo, súbitamente estaba en una cancha de futbol, no de las grandes, de esas que se juega 5 y 5, de salón. Las luces eran como de teatros, con focos intensos en diferentes zonas de la cancha que tenia el césped sintético. Los costados de la cancha estaban delimitados por sendos telones teatrales de tela aterciopelada y de color rojo. El ambiente era raro, bueno como esas cosas que se sienten en un sueño y no caben en las palabras.


De pronto se necesitaba un 8 ( un jugador en esa función ) y nadie encontraba ningún 8. Yo salía de la canchita y entraba en un boliche, para bailar, refashión, interrumpía la música, me subía a una plataforma y por micrófono preguntaba si entre el público presente había un 8. Un muchacho muy flaquito, con ropa jipona con esos típicos pulóveres con motivos de llamas e indigenas, se acercó, yo lo tomé del brazo y fuimos a la cancha. Ya estaba listo todo para el partido. De alguna manera, uno sabe ciertas cosas en el sueño de manera inexplicable, estaban delante mío tres mesitas ratonas con mantelitos blancos y bordados e individuales rojos, esos eran mis tres defensores, uno se da cuenta en el sueño de algo ridículo pero no lo cuestiona demasiado.


Empieza el partido y miro el medio de la cancha con atención y en lugar de una pelota se jugaba con una pastilla de Rivotril, (ansiolítico conocido por la gran mayoría, que es una pastilla blanquita, de medio centímetro de diámetro, el Clonazepan). Los atacantes dominaban y se pasaban el Rivotril de un lado a otro evitando las mesitas ratonas, de pronto uno por mi derecha, recibía la pastilla y pateaba al arco y yo volaba y atrapaba al Rivotril, no sin dificultad, usaba guantes de arquero y esa pastillita se escapaba fácilmente pero yo la apresaba con todas mis fuerzas. Miraba hacia el centro de la cancha, buscando a alguien para pasarle el Rivotril y veía a mi primo (que jugaba muy bien a la pelota) libre, sin marcas. Le arrojaba la pastilla con todas mis fuerzas, él paraba la pastilla, con habilidad inigualable empezaba a hacer jueguitos a lo Maradona e iba esquivando rivales, ya dentro del área de un derechazo colocaba el Rivotril en el ángulo izquierdo del arquero. Un Golazooo!!! Todos festejaban, yo levantaba los brazos y miraba al cielo con los puños cerrados y sonriendo…. Ahí desperté.

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